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22 enero 2011 6 22 /01 /enero /2011 16:33

Pepita era una señora mayor que había "hecho el catecismo" hacía muchos años atrás. En ese entonces, había aprendido que Dios la iba a perdonar en la misma medida que ella perdonara. Esta frase le impactó tanto que le hizo mella, y la motivó a lo largo de su vida.
Desde chiquita se había esforzado en perdonar a todo aquel que le hiciera daño. Y era tal su preocupación, que tenía una pequeña libreta para tomar nota de las ofensas recibidas y de las perdonadas. Como Pepita era muy prolija, había dividido cada hoja en dos columnas. A la izquierda, escribía diariamente sus pecados. A la derecha, la ofensa recibida, y el día y la hora en que ella había perdonado.
Cierta vez, en una mudanza perdió la libreta. Revolvió todos los canastos, llamó a la empresa de mudanza, le subió la presión, casi enloqueció a toda su familia, e hizo una fiesta cuando la encontró.
Sus hijos y sus nietos, sentían una gran curiosidad por saber qué escribía Pepita con tanto cuidado y esmero. Ella guardaba la libreta como si fuera un gran tesoro, y no dejaba que nadie la mirara.
A medida que el tiempo transcurría, Pepita se preocupaba más y más.
"¿Cuántos años más me quedarán? ¿Cómo voy a hacer para que las dos columnas estén equiparadas?" -pensaba- "Dios mío, dame más años de vida para recibir ofensas, y poder perdonarlas", rezaba todos los días.
Una mañana, se despertó y se dio cuenta que ya no estaba más en su casa. Estaba en una sala de espera rodeada de gente desconocida.
¡Todo parecía tan real! Pepita se pellizcó para saber si todavía estaba durmiendo.
- ¿Alguien sabe qué lugar es este?, preguntó cuando pudo reponerse un poco del asombro que tenía. Nadie sabía dónde estaban.
- Cada tanto se abre la puerta y desde adentro se escucha una voz que nos va llamando por nuestro nombre. Los que entran no vuelven a salir- explicó un señor.
Pepita le preguntó si sentía miedo. -No, a medida que pasó el tiempo, me fui tranquilizando. Además, la voz que se escucha, transmite mucha paz.
Uno a uno fueron pasando los que habían llegado antes que Pepita. Se abrió la puerta y se escuchó: -Josefa Losada, Pepita. Pepita se levantó, entró a la habitación y vio a un señor vestido con una túnica blanca, que le indicó un cómodo sillón, también blanco, en donde sentarse. Se sintió inundada de una gran paz y en ese preciso instante, tomó conciencia de que estaba a las puertas del cielo.
- Hábleme de su vida, dijo el Señor. Pepita se puso a buscar la libreta en donde tenía todo registrado pero no la encontró. ¡La había dejado en la mesa de luz!
- ¡Me tiene que dar un minuto!, un solo minuto más de vida, nada más que eso le pido -dijo con desesperación.
- ¿Para qué necesita un minuto?
-Me olvidé algo. No puedo hablarle de mi vida sin eso.
- Está bien, tiene un minuto para ir a buscar lo que se olvidó, pero recuerde que nadie la podrá ver, ni sentir, así que no intente hablar, porque no va a obtener respuesta.
Al instante, Pepita se encontró en la planta baja de su casa. En el aire se sentía una gran ausencia. Faltaban las flores habituales sobre la mesa, y las ventanas estaban cerradas con las persianas bajas. Comenzó a subir la escalera, y al pasar por la habitación que ocupaban sus nietos cuando se quedaban a dormir, no pudo evitar entrar.
Abrazado a su libreta y dormido, estaba el más pequeño de ellos, que todavía no sabía ni leer ni escribir. Se quedó mirándolo, y se acercó para acariciarle la cabeza. El minuto terminó y se encontró nuevamente en el despacho del señor de blanco.
- ¿Trajo lo que necesitaba?
-Lamentablemente, no. Quería traer una libreta en la que fui escribiendo todos mis pecados y todas las veces que perdoné, para que de la misma manera, Dios me perdone a mí, pero mi pequeño nieto se había dormido abrazado a ella como se abrazaba a mí para dormirse, y me dio pena quitársela. Pero, para ser sincera, y por si le sirve de ayuda a la hora de juzgarme, le anticipo que la columna de las veces que perdoné es mucho más chica que la de las veces que ofendí.
El señor de blanco le pidió que lo mirara a los ojos, y que le dijera qué veía. Después de unos instantes, Pepita dijo:
-¡Usted es Jesús! ¡Seguro, seguro: usted es Jesús!
- Es cierto, respondió Jesús. Desde hoy vivirás a mi lado, porque hay algo que te olvidaste al hacer tu lista. La balanza del perdón de Dios no pesa cantidades exactas.
Cada vez que perdonaste, el amor con que lo hiciste inclinaba la balanza hacia tu lado, y el amor que demostraste por tu nieto, a tal extremo de sacrificar la vida eterna por su felicidad y tranquilidad, hacen que puedas pasar inmediatamente a la casa de mi Padre.
Ma. Inés Casala




Consignas


El humor es fruto de la ternura; así como la burla o el sarcasmo lo son de la agresividad.
Herir a otros con palabras, actitudes o gestos es propio de quienes fomentan en sí sentimientos inconfesables, que los avergüenzan ante su propia conciencia.



Humor en la escuela


# Un estudiante de Geología examinándose de mineralogía. El profesor pregunta:
- ¿Qué es esta piedra?. El estudiante responde:
- Caramba, pues… una piedra. Ante lo que el compañero de atrás le apunta en voz baja: "Basalto". Y el estudiante responde gritando:
- UNA PIEDRA!!!!.



# Un estudiante que se va a examinar de Literatura. El profesor pregunta:
-Dígame, ¿Cuál es la obra que inmortalizó a Dante?.
- ¿Dante?..., ¿Dante, eh?.
El profesor viendo que el alumno estaba un poco indeciso decide ayudarle un poco.
- Laaa...... - Laaa..... - La diii..... - La diii.... - La diviiii... - La diviii.... - La divinaaa.....
- Que no hombre, que no la adivino.



# En clase de Fisica, el profesor pregunta
- A ver, ¿a cuántos grados hierve el agua.?
- A cien grados -contestan todos a coro.
- ¿Cómo que a 100 grados? Es a 90 grados señores...
Los alumnos protestan, el profesor mira sus anotaciones, se da cuenta de su error y rectifica.
- Es verdad, es verdad, teneis razon, lo que hierve a 90 grados es el ángulo recto.

Recibidos de Pipi de Córdoba.



Meditación breve

La vida no florece sola, tienes que cuidar las raices y convertirlas en tronco, el tronco en ramas, las ramas en flores... y exprimirte el corazón para dar perfume.
La vida no florece sola, tienes que colaborar en ella.
Las cosas no se te dan gratis, tienes que pagar lo que valen.
El fruto no se te da al paso, tienes que abonar y regar.
Los pozos no se llena solos, tienes que calar hondo, buscar el agua, ver lo que les cabe ... y sentarte a la sombra.
Los frutos no llegan por arte de magia, tiene que darles el sol, el agua el aire, tierra.
Tienes que cuidarles la semilla, espantar los pájaros, madurar la cáscara y luego probar si están a punto pra dar sabor a la vida ... y hacer jugoso el mundo.
Como ves, se te da todo, pero en materia prima... Lo elaborado y valioso lo tienes que hacer tú.

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